Sirva para aceptar nuestra pequeñez
Hay momentos en los que la vida realiza sobre nosotros giros inesperados. Asiduamente tratamos siempre de generar posibilidades controladas para conseguir los resultados deseados, pero nos olvidamos que las riendas de la vida no están única y exclusivamente en nuestras manos. Componentes genéticos, sociales, culturales, afectivos generan en nosotros almas de títeres a merced de un futuro lleno de incertidumbres. Posibles mutaciones, variaciones, transformaciones, conversiones cambian el rumbo de un patrón establecido. La falta de control nos duele, nos desespera, nos incomoda.
Quizá la experiencia de vivir sea saber entender mejor la improvisación del momento. Cuando la rutina se rompe por un giro inesperado, el futuro cambia de color, el tiempo se detiene y las circunstancias varían. Son historias diferentes en un mismo cuerpo, divididas por un segundo que marcan itinerarios diversos. Ahí vemos el mundo fuera de nosotros, ahí vemos la pequeñez de nuestras vidas, ahí vemos el silencio de una senda etérea y queda la lucha interior contra los demonios propios, la espera activa para recobrar el rumbo, la confianza en un Dios que es muy ordenado pero que sigue escribiendo recto en reglones torcidos.
Frente al giro inesperado de la vida, la esperada confianza de un corazón que desea vivir.